La sinfonía de nuestros discursos comienza ahora a tomar forma.
En un primer momento discutimos la muerte misma, la negociación, la disposición y puesta en descanso de los restos de un ser querido. Mi mente ve ese momento como el primer instante del Big Bang.
Cuando Rabbi Brawer presentó esta dimensión yo, como probablemente muchos de ustedes, me sentí reducido a un asombrado silencio. Elegí responder del único modo en que podía, desde adentro de mi mismo.
Leyendo mis dos cartas estaba mostrando mi corazón y compartiendo con ustedes mis propios sentimientos vulnerables como ser humano al ser confrontado con este tema. Nada como la muerte nos enseña tanto sobre nosotros mismos y sobre nuestros sentimientos más profundos.
Esta noche se lleva a cabo el segundo movimiento de la sinfonía.
El Shiva representa para mi las primeras ondas del Big Bang. Veo el proceso del luto como si tuviese dos etapas. La primera es una etapa de adaptación y aceptación.
Lo que estamos considerando hoy es la primera etapa, que es: Cómo asimila un deudo tan colosal evento?
Antes de poder entender que significa ser un deudo, debemos enfocarnos primero en lo que somos. Cuando nacemos, nos conectamos a un mundo de relaciones. Nuestra relación con otros es lo que nos da una idea de lo quienes somos en el mundo y da forma a nuestra visión y sentido de nosotros mismos.
Al crecer de la infancia a la niñez, de la niñez a la juventud, de la juventud a la edad adulta y de la edad adulta a la vejez, nuestras percepciones cambian y nuestro entendimiento de que y quienes somos también cambia.
Estas relaciones con otros son experimentadas desde dentro de nosotros mismos como sentimientos, y esos sentimientos cambian de acuerdo a la persona y la situación. Cuanto más cercana resulta una persona a nosotros, mayor cantidad de sentimientos invertimos en ella. Los padres, los hermanos, el cónyuge y los hijos representan una enorme inversión en sentimientos.
Como todos sabemos, no existen dos relaciones iguales. Mi relación con mi padre o mi hermana no es la misma que su relación con su padre o hermana, pero sí tienen algo en común, y eso en común es la inversión emocional que conllevan.
Estos otros especiales son las piedras angulares, las estructuras alrededor de las cuales construimos nuestro sentido de quienes somos y, por extensión, nuestro sentido de realidad.
Recuerdo haber leído cuando era joven un artículo de Jean Paul Sastre acerca de la cuestión judía. En él Sastre sostenía que para que un judío pudiese reconocerse como tal debía existir el ojo del gentil. Era en este contraste que la identidad se hacía evidente.
Sucede lo mismo con nuestras familias. Para conocernos necesitamos de los otros.
Entonces, que nos sucede cuando muere alguien cercano? En mi experiencia la muerte es experimentada primera y principalmente como un soplo o, quizá, sería más apropiado describirlo como un soplo en el cuerpo.
Los soplos vienen en todo tipo de formas y medidas y tienen diferentes niveles de impacto. La muerte es un soplo psicológico de importancia mayúscula y como tal en un primer momento nos sacará de balance. Cuanto más cercana a nosotros sea la persona fallecida más probablemente sintamos el efecto de su deceso y en mayor medida nos sentiremos afectados por él.
El primer efecto que el soplo de la muerte tiene sobre nosotros es el de aturdirnos.
El primer impacto de la muerte de un ser querido frecuentemente nos hace sentir confusos e incrédulos. Tomará tiempo asimilar y procesar la muerte de alguien que amamos. Es como si una importante parte de quienes somos nos hubiese sido quitada dejando en su lugar lo que parece ser un gigantesco vacío.
Cómo responde uno a este primer impacto determinará, en importante medida, el desarrollo del proceso de duelo.
He observado que muy frecuentemente una muerte es acompañada por un sentimiento inicial de insensibilidad por parte del deudo. Esta insensibilidad es usualmente un acto de misericordia por parte de nuestra psique que nos permite un respiro antes de que la completa toma de conciencia de la pérdida tenga lugar.
No hay modo de saber de antemano cómo nos afectará una muerte.
Junto con la insensibilidad, he observado que el deudo experimenta un estado de intensificada conciencia y sensibilidad. Es como si el impacto de gestos y palabras adquiriese un nuevo significado durante este tiempo. Todo parece intensificado e implantado de tal modo que permanecerá en la memoria del deudo por mucho tiempo.
Creo que la razón para esto, es que lo que ocurre en estos primeros días son las primeras experiencias que el deudo con la realidad de las muerte misma. Esta es la razón por la que los primeros días luego del deceso son de crucial importancia.
Rabbi Brawer nos ha dicho esta noche cómo la religión judía en su sabiduría enfrenta esta situación. Crea una estructura cerrada en torno al deudo con lo que provee un continente seguro para contener las ondas generadas por la explosión.
No me corresponde comentar el mérito religioso del Shiva, pero lo que innegablemente puedo ver es su potencial sanador y como provee una válvula de seguridad emocional para sentimientos que son potencialmente muy violentos y destructivos. En el momento de la muerte toma control la religión judía y su Halaka. Esto significa que en el momento de mayor tristeza y conmoción la total autoridad, credibilidad y sabiduría de nuestros ancestros entra en juego, llega para guiar y consolar al deudo. Lo hace con sensibilidad y mano firme al establecer claramente qué sí y qué no, y explicando como resolver las situaciones de duda.
Por medio del Shiva la tristeza de la pérdida personal es compartida con la comunidad judía. De este modo, una pérdida personal se convierte también en una pérdida pública. Esto permite una expresión conjunta de sentimientos en una atmósfera empática.
El temprano desahogo de estos sentimientos y pensamientos obscuros es de un incalculable poder sanador.
Debemos ser concientes de que esta sabia costumbre ancestral sólo es apropiada para una pequeña minoría, un poco como el psicoanálisis. El Shiva tiene un lugar de honor en la psique judía, pero solamente para quienes observan la tradición judía. El Shiva solo tiene sentido en un contexto judío.
Otras tradiciones también tienen sus propias costumbres y rituales para enfrentar la pérdida y la muerte, y también contienen un gran potencial introspectivo y sanador.
Pero finalmente, cuando todo ha sido dicho y hecho, siempre el resumen es el mismo. La cuestión central es la negociación de la relación entre la persona muerta y su deudo.