La Vida Y La Realizacion Del Ser

EDUARDO PITCHON - London

"La vida es el mejor maestro, la Naturaleza es el mejor predicador"

Sai Baba

El presente trabajo trata sobre la fe. También se trata de Dios, incluyendo así el amor, la inocencia, la gratitud, el perdón, la creatividad, el optimismo, la libertad y la totalidad.

Estos no son temas que sean habitualmente tratados en la literatura psicoanalítica, lo cual es correcto, dado que en el trabajo clínico debemos centrarnos fundamentalmente en el lado más oscuro de la mente y las emociones del individuo, debido a que son éstas las áreas en las cuales la energía se condensa y se bloquea. Esta energía bloqueada constituye lo que definimos como complejos emocionales y mentales. Ello es importante, dado que constituyen barreras para nuestra evolución natural tanto a nivel mental como emocional. Como psicoterapeutas, cumplimos la función de deshollinadores, destapando cañerías tapadas, si bien las mismas son de naturaleza emocional y mental. Debido a ello, el tema en el que nos concentramos, y acerca del cual más conocemos, se relaciona con las distintas formas de bloqueo y su composición.

A pesar de lo antedicho, la psicoterapia cumple una función sagrada: la función anciana y sagrada de la curación. En el proceso psicoterapéutico intentamos ayudar a que la persona retorne plenamente a sí misma, y estimulamos el desarrollo de una relación más madura entre la persona y su esencia. La psicoterapia es una ayuda artificialmente diseñada a fin de lograr el desarrollo natural. El terapeuta nunca llega a ver el resultado final de su intervención. Habitualmente, cuando el paciente se siente lo suficientemente curado, la terapia finaliza, quedando el paciente a cargo de dirigir el timón de su propio barco en el océano de la vida. De hecho, el control del mismo siempre fue suyo, pese a que durante un cierto lapso de tiempo lo haya delegado a un timonel con más experiencia.

Un psicoterapeuta no puede definir la naturaleza de la realidad, ya sea para un determinado paciente, o para cualquier otra persona. Sólo puede hacerlo para sí mismo, tanto como le sea posible, y este principio se aplica a todos los seres humanos que viven en este planeta.

Me gusta considerar a los seres humanos como exploradores de la realidad. Cada uno de nosotros explora e interactúa con el mundo de acuerdo con lo que nos ha sido enseñado y con lo que hemos vivenciado. Con el nivel de luz que cada uno posee, nos formulamos una imagen del mundo, una imagen que no es real, así como una fotografía no es la persona real que ha sido fotografiada. Es una impronta que contenemos en nuestro mundo interior.

El concepto del mundo interior es utilizado con frecuencia, tanto por los psicotera-peutas como por los pacientes. Su uso se ha extendido al lenguaje general, pero no estoy seguro de que se lo comprenda plenamente. A fin de ser claro, explicaré cómo lo veo. Todos poseemos un mundo interior, y todos vivimos en dicho mundo interior. El mundo interior es lo único que existe para nosotros. Es todo lo que conocemos, todos lo que hemos vivenciado, y todo lo que llegaremos a conocer o vivenciar. El mundo interior y el mundo exterior son lo mismo, dado que existe un sólo mundo. Se trata simplemente de una cuestión de perspectiva, y el problema consiste en el hecho de que no somos conscientes de ello. Si bien, como seres humanos, parecemos ser limitados, el mundo interior que habitamos es ilimitado. El mundo interior abarca todo, y, seamos o no conscientes de ello, se encuentra más allá de los límites del tiempo y el espacio. En este mundo ilimitado en el cual vivimos tenemos la libertad de concentrar nuestra atención en cualquiera de sus partes o aspectos, desde los más triviales hasta los más elevados, desde los más densos hasta los más sutiles, desde los más obvios hasta los menos evidentes.

Tal como lo mencioné anteriormente, en este trabajo elijo concentrarme en dos temas: la Fe y Dios.

Quisiera comenzar compartiendo una experiencia personal. Hace muchos años, cuando todavía era un hombre joven, tomé una decisión que alteraría el curso de mi vida. Si bien ésta era una decisión clara, sus implicaciones y sus consecuencias eran impredecibles, imprevistas, y, continúan, aún hoy, desplegándose. Era una mañana veraniega con un sol radiante, y me encontraba caminando en la hermosa campiña inglesa. El cielo estaba despejado, el sol brillaba, y había una suave y refrescante brisa. Los pájaros que volaban a mi alrededor cumplían plenamente con su tarea: cantar, volar, y proporcionarme un gran júbilo. Me encontraba rodeado de flores brillantemente coloridas, y los generosos árboles estaban prontos a ofrecer su sombra y su protección. Era un ambiente ideal, y la calma imperante invitaba a la reflexión. Recuerdo muy vividamente esa mañana, dado que estaba preocupado con una pregunta que me acosaba hacia mucho tiempo. ¿Existía un Dios en este Universo, o éramos, tanto el mundo como yo, un fenómeno accidental? ¿Existía un plan, un propósito, un sentido para mi existencia que se hallaba más allá de mi comprensión inmediata? O bien, ¿debía limitarme a lo que percibía con mis cinco sentidos y conformarme con preocuparme tan sólo por mí mismo? Me resultaba sumamente difícil definirme al respecto.

En aquel momento no tenía la suficiente información como para sacar una con-clusión clará. Me sentía dividido, y esta no era una situación nueva para mí. Hacía muchos años que me encontraba instalado en la barrera sumamente incómoda del "yo no sé", con un pie apoyado en cada una de las partes de mi serun ser desesperanzadamente escindido y paralizado.

Ese día, las cosas fueron diferentes. Aparentemente de la nada, surgió un insight repentino, un relámpago de inspiración. Realmente no sé cómo definirlo, dado que los rótulos pueden ser confusos. Lo cierto es que comencé a plantearme la pregunta de manera diferente. Tomé nota de mi situación, y me dí cuenta del meollo en el que me encontraba. Yo no sabía si existía o no Dios, y no había nada que pudiera hacer al respecto. Podía elegir olvidarme de ésta pregunta, tal como me lo habían aconsejado varios buenos y sensatos amigos, o podía seguir azotando a un caballo muerto que evidentemente había llegado al final de su camino.

En ese momento fue como si se abriera una puerta en mi mente. Me dije: "Está bien no saber, pero juguemos al juego de las suposiciones". Primero, supongamos que Dios no existe. Si fuese así, ¿qué ocurriría si viviese mi vida como si Dios no existiera? Y, ¿cómo sería vivir mi vida como si Dios existiera? Rápidamente llegué a la conclusión de que, más allá de que hubiera o no un Dios, yo poseía completa libertad y podía elegir vivir mi vida de la forma que yo quisiese. No percibía ningún peligro en actuar como si el mundo tuviese una intención, un propósito y un sentido, aún cuando los mismos sólo existieran en mi imaginación. Aún si Dios no existiese, Su presencia me proporcionaría una vida mucho más interesante y significativa. La otra cara del planteo era qué pasaría si Dios realmente existía, y el significado que tendría para mí haberme pasado la vida negándolo. Creo que la sensación hubiera sido la de perderme algo sumamente importante, de perder una gran oportunidad. Y, si Dios existía, y yo lo reconocía, entonces estaría en contacto con algo bueno, algo muy bueno.

Basándome en esta nueva forma de pensamiento, me sentí en condiciones de tomar una decisión racional, una decisión que, como hombre razonable, no me daría vergüenza admitir - estaba eligiendo libremente vivir en el mundo como si Dios existiese, más allá de que ello fuera verdad o no. Esta era mi propia decisión, y la había tomado desde un punto de vista exclusivamente pragmático. Para mí, Dios existía, y El tenía un lugar tanto en mi corazón como en mi mente. Había hecho uso de mi libre albedrío, y había incluído en mi vida una idea llamada Dios debido a que sentía que ésto serviría tanto para revitalizarme como para ayudarme en mi evolución. Fue una buena decisión, tanto para mi mismo, como para los que me rodean.

Es muy diferente afirmar mentalmente que Dios existe y vivir la propia vida en forma acorde con esta aseveración. Después de decidir vivir como si Dios existiese, me sentí perdido. Contenía ahora en mi mundo interno, o mi panteón interno, la idea de Dios. Establecer una relación significativa y fluida con el objeto interno al que yo llamaba Dios, al cual había invitado libremente a formar parte de mi vida, me llevó muchos años. El problema con el que me enfrenté fue cómo lograr transformar Su naturaleza en algo real, en contraposición con convertirlo simplemente en una idea agradable y reconfortante. Para mí, convertir a Dios en algo real es la realización de Dios.

Las ideas son poderosas, y se convierten en realidad cuando les damos la suficiente cantidad de atención o energía. De esto trata la creación. Sin embargo, existe otro tipo de creación, de la cual habitualmente somos menos conscientes. Creamos nuestro propio mundo, nuestra propia realidad, por medio de las ideas que poseemos, tanto a nivel consciente como inconsciente. Estas ideas constituyen el clima emocional y mental dentro del cual vivimos. Son los ladrillos que construyen nuestra matriz personal, y son el factor causal de nuestros diálogos internos. Las ideas dan forma a nuestra visión personal de la realidad.

¿Qué ocurre cuando incorporamos la idea de Dios? Si nos detenemos a pensarlo, nos daremos cuenta de que la idea de Dios es la idea más profunda y elevada que nuestra mente y nuestro ser pueden concebir. Existe una sabia enseñanza Sufi que leí hace mucho tiempo, y que explica lo que recién expresé de manera diferente: "Sólo puedes conocerlo a Dios a través de ti mismo, y sólo puedes conocerte a ti mismo a través de Dios". Al igual que en cualquier otra relación, para mantener una relación con Dios se le debe dedicar tiempo y espacio. Un buen matrimonio o una buena amistad requieren de nuestra atención tanto en el tiempo como en el espacio, y lo mismo ocurre con Dios. Si deseamos desarrollar una buena relación con Dios, debemos concentramos en ella y darle un lugar conscientemente en nuestros días, en nuestras mentes y en nuestros corazones. Esto explica los tres formas habituales de acercamiento a Dios: el Servicio, la Meditación y la Plegaria. Las mismas son también las modalidades principales que se desarrollan todos los vínculos.

El Servicio significa acción en lo cotidiano, en nuestro comportamiento en la vida y en nuestro trato para con los demás. Esto incluye la forma en que tratamos a nuestros hijos, nuestra familia, nuestros amigos, nuestros colegas, nuestros vecinos, a los desconocidos y al mundo. De acuerdo con esta visión, cómo nos comportamos en el mundo, y cómo actuamos con los demás, pueden ser considerados nuestro Servicio. Hay una enseñanza muy apropiada del Judaísmo que afirma: "Sé consciente de que algún día tendrás que dar cuenta de todas tus acciones". Si fuéramos capaces de recordar, creer y vivir de acuerdo con esta afirmación, verdaderamente seríamos más cuidadosos, tendríamos más discernimiento y seríamos más sensibles. Intentaríamos constantemente responder desde la parte más elevada, más compasiva y amorosa de nuestro ser. Prestaríamos atención a las palabras de los sabios que nos aconsejan ser cuidadosos y atentos en nuestro viaje por la vida. En la medida en que se incremente nuestro servicio, una consecuencia natural de este proceso será un mejoramiento gradual de todas nuestras acciones, incluyendo nuestros modales y nuestro lenguaje. Una frase del Hinduísmo ilustra este punto con gran sencillez: "Las manos que ayudan son más sagradas que los labios que rezan".

En el Judaismo el concepto del servicio es fundamental. Toda la estructura de esta religión en particular está basada en lo que los judíos llamarían mitzvot, y que los no judíos percibirían como una serie compleja de rituales religiosos, reglas y preceptos en base a los cuales los judíos religiosos organizan sus vidas y las de sus familias. La razón por la cual las personas se esfuerzan tanto para obedecer los preceptos de su religión es que creen que esto es lo que su Dios desea que hagan. Esto se encuentra escrito en la Biblia, la cual es considerada por la tradición como la palabra de Dios y la voluntad de Dios. El propósito de cada mitzvah es formar un lazo entre el cielo y la tierra. Es un acto de conexión, de rememoración y de continuidad expresado por medio de una acción física. Por ende, estas acciones se irradian desde una relación central con Dios hacia la periferia, desde una relación con Dios a las relaciones con las demás personas (judíos, no-judíos, y con el mundo en su totalidad) La idea popular que tienen las personas no-judías acerca de lo bien que los judíos se cuidan mutuamente se origina en esta filosofía. En mi opinión, el apoyo que existe en la comunidad es real, si bien considero que está sumamente exagerada en el pensamiento popular. El nivel de apoyo es adecuado, pero no se lo podría considerar sumamente abundante.

El ideal del servicio existe en todas las religiones. Es parte fundamental del pensamiento de los Cristianos, los Musulmanes, los Hindúes y los Budistas. Esta idea tan poderosa también tiene un lugar importante en la sociedad secular en la que vivimos. La inmensa cantidad de asociaciones de beneficencia así lo demuestran, y son un testimonio vivo del aspecto altruista de la naturaleza humana.

La Meditación es la segunda forma de acercamiento a Dios. La meditación consiste esencialmente en la observación de la mente. Su propósito fundamental es desarrollar y establecer un área de calma y tranquilidad en nuestra mente, nuestras emociones y nuestras sensaciones corporales. La mente es de naturaleza escurridiza. ¿Cómo podemos controlar a nuestra mente si todo lo que poseemos es la mente? El truco de la meditación es lograr que la mente logre dominar a la mente. Los pensamientos y las emociones son como nubes en el cielo - no son permanentes, sino pasajeras. No podemos retener a una sensación, de la misma manera en que no podemos retener a una nube. Sólo podemos observarlas mientras transcurren, y así podremos gradualmente llegar a conocerlas.

Cuando una persona decide meditar está generando una nueva programación para que la mente la adopte. Esta nueva programación consiste en desarrollar una constante, un punto de referencia en el océano en movimiento de la psiquis, un espacio interior en el cual la persona puede descansar, y ser. Es interesante darse cuenta de que todas las técnicas de meditación destacan la importancia de la constancia en el tiempo y el espacio. Se recomienda a las personas que comienzan a meditar que lo hagan durante un lapso determinado de tiempo, que generalmente es de 15 a 30 minutos, dos veces por dia. Además, se recomienda que la persona se encuentre en un lugar tranquilo donde no haya distracciones. Es preferible que el lugar sea siempre el mismo, dado que así se lo realza con asociaciones que facilitan este proceso. De ser posible, la persona debería intentar meditar a la misma hora. Estas sugerencias constituyen el marco de referencia para la meditación, el cual es muy importante dado que es la forma en la cual se puede cimentar el proceso.

Uno podría preguntarse para qué sirve la meditación, y qué utilidad tiene. Creo que esta es una pregunta que podría responderse de dos formas - tal como mi pregunta acerca de la existencia de Dios. Podemos respondería desde un punto de vista secular y pragmático, o desde la perspectiva de un buscador espiritual esperanzado. Pero antes de responder a la pregunta, examinemos por un momento el mundo que habitamos, el mundo de nuestros sentidos.

Cuando cierro los ojos, veo un mundo en movimiento. Veo que el correr del tiempo se ha acelerado cada vez más. Los objetos parecen volverse más compactos en lapsos de tiempo cada vez menores. El mundo en el que vivimos está cambiando con una rapidez asombrosa. No resulta sorprendente que no podamos seguir este ritmo. El ser humano moderno está sometido a una estimulación mental y emocional mayor a la de cualquier otro período de la historia. El estrés y los requerimientos del mundo moderno nos llevan a una vida bastante agitada. Esto me recuerda una maldición de origen chino que dice: "Que puedas vivir durante tiempos interesantes" Este tiempo es verdaderamente interesante, y los tiempos interesantes tienen un costo - un costo llamado ansiedad. Otro nombre para la ansiedad es inquietud. Creo que el nivel medio de ansiedad en el ser humano occidental se ha incrementado considerablemente durante el último siglo, convirtiéndose en una fuente de conflicto y confusión en la vida de millones de personas. La ansiedad es un incentivo poderoso, pero causa mucho daño a nivel ambiental. El principal efecto de la ansiedad es que la persona afectada no se siente en paz consigo misma. Se encuentra siempre corriendo hacia, o alejándose de, alguna situación. Esto le roba a la persona algo muy preciado - la capacidad de relajarse y disfrutar del placer de su propia compañía.

Resulta interesante que hace muchos años un gran psicoanalista, el Dr. Erich Fromm, haya escrito un excelente libro titulado "Tener o Ser", en el cual trataba el gran problema de la creciente alienación del ser humano. El tema de la alienación sigue siendo importante, especialmente para nosotros, conmentes contemporáneas en un medio ambiente urbano. Constantemente somos seducidos para apartamos de nosotros mismos. Vivimos inmersos en un océano de complejidad en el cual pareciera existir cada vez mayor experiencia respecto de áreas cada vez más pequeñas. Todo es atomizado y micro-atomizado. Tal como en la historia de la Torre de Babel, parece que estamos llegando a una etapa de nuestra historia en la cual casi no nos podemos comprender mutuamente, y de más está decir que cada vez perdemos más el contacto con nosotros mismos, con nuestra esencia. Somos arrancados de nuestro propio centro por un bombardeo de estímulos que requieren nuestra atención y que aparecen fundamentalmente como sonidos porque "no hay tiempo para nada más" El ritmo y las presiones son implacables. Debido a ello, el ser humano está perdiendo rápidamente su capacidad de estar solo, y ésto es lo que lo convierte en un extraño para sí mismo. A medida que una persona pierde contacto consigo, pronto comienza a temer y a evitar su propia compañía.

En nuestra sociedad, la soledad se confunde frecuentemente con el aislamiento. Esta percepción errónea se ve reforzada por la cultura de las masas. La soledad y el aislamiento son esencialmente diferentes, y hasta opuestas entre sí. En la soledad, un hombre está acompañado por sí mismo, y puede encontrar calma y sosiego al estar consigo. Este es su estado natural. En el aislamiento, por el contrario, existe una sensación de incomodidad; es el producto de un estado en el cual la persona no se siente cómoda y en paz consigo misma. Este es el dilema del ser humano en nuestro mundo contemporáneo. Cuando existe un vacío, se lo debe llenar inmediata mente, ya que de no hacerlo surge la inquietud y la impaciencia, las cuales son sensaciones muy desagradables. Tales sensaciones crean lo que llamo "barreras de incomodidad" Si una persona no está preparada para enfrentar sus barreras de incomodidad, no será capaz de trascenderías. El resultado es que la persona queda condenada a estar aislada de sí misma. Es triste ver a un ser desconectado de sí, y por desgrada, muchas son las personas que padecen este problema

Desde esta perspectiva, podemos ver a la meditación como una forma eficaz para ayudar a las personas a poder centrarse. En la disciplina de la meditación, la persona se enfrenta con sus barreras de incomodidad. Aquello que uno es capaz de enfrentar se convierte en algo que uno puede, con suerte, resolver. Aquello que no se enfrenta nunca será resuelto. Debido a ello, particularmente en estos tiempos, creo que es de importancia crucial generar distintas maneras de ayudar a las personas a volver a conocerse a sí mismas. Desde el punto de vista psicológico, la meditación me parece importante, dado que disminuye el estrés, trayendo orden y calma a la mente y a las emociones.

Examinemos ahora la meditación desde la perspectiva del aspirante espiritual. Lo recien expuesto sigue siendo válido, pero tiene una dimensión adidonal. Dicha dimensión se relaciona con lo que podríamos llamar "niveles de conciencia" La analogía que me gusta utilizar es considerar a la conciéncia humana como una cebolla en la cual, cuando se quita una capa, aparece otra capa nueva, más profunda. Lo primero que ocurre en la meditadón es que la persona comienza gradualmente a establecer un lugar de observación sólido y constante en su psiquis. Este es el corolario de su constancia en cuanto al encuadre y en cuanto al foco de su atención. El foco de la meditadón puede ser cualquiera: una mantra, la respiración, una figura sagrada, una mandala, o cualquier otro que el meditador elija. Lo importante es que este foco sea el mismo, por lo menos durante las etapas iniciales. Alos fines de esta exposición, supongamos que el foco es ura mantra. Mantra es una palabra sánscrita y en esencia es simplemente una palabra o sonido sagrado que el meditador repite y que utiliza a fin de concentrar su atención durante la meditación. Con el tiempo, a medida que la mantra se nutre de esta atención focalizada, comienza a cargarse de energía, adquiriendo así sentido y significado para la persona. Esto le otorga poder al mantra en el mundo interno de la persona. Se convierte en un instrumento, un vehículo que puede utilizar para explorar su propia psiquis. Así, el ser humano puede ingresar profundamente dentro de la naturaleza de su propia conciencia y, por ende, acceder más profundamente a la "Conciéncia de la Totalidad". Con frecuencia lo hemos oído: "En el nivel más profundo, en última instancia, todos somos Uno"

Por medio de la práctica disciplinada y constante, la persona aprende a estar quieta y en silencio consigo misma. Aprende a conocer la quietud, el silencio y lo que ocurre en estos estados. Pronto descubre que no se trata de una pared en blanco, tal como le parecía en las etapas inicibles. Existe algo muy sutil y vital en esa quietud y silencio primordiales. El silencio mismo rápidamente comienza a comunicarse con el corazón del aspirante, y se establece una relación con ese centro silencioso, calmo y vital. A medida que la meditación avanza, el practicante comienza a desarrollar lo que podemos llamar una visión más sutil. Con esto quiero decir que se va desarrollando una forma de ver y de comprender diferente, más elevada. La causa es que durante la meditación los pensamientos se lentifican y las emodones se aquietan. De esta forma, la persona tiene la posibilidad de conectarse con partes más profundas de sí misma, y de acceder a una realidad que se encuentra más allá de los pensamientos y las emociones. Esta es una parte más profunda y dará del ser humano, una dimensión más esencial. Se trata de la quietud y el silencio universales, de los cuales proviene todo cuanto existe, la región donde habitan los místicos, los santos y los visionarios. Un gran maestro de meditadón, Swami Yogananda, dio un ejemplo en el cual comparaba la meditadón con ir al cine. Cuando vamos al cine generalmente nos atrapa la película que estamos viendo, y nos olvidamos rápidamente de que la realidad que estamos observado es tan sólo una ilusión, un movimiento de luz desplegado sobre una pantalla blanca. La meditación consiste en recordar ésto, y en ser conscientes de la luz, del movimiento y de la pantalla.

Concentrémonos ahora en la tercera forma de acercamiento religioso - la plegaria. La plegaria es una conversación con Dios en el corazón. La plegaria tiene que ver con la comunicación y con el recordar. Es una manera en la cual una persona puede reconectarse con su esencia más íntima. La plegaria puede adoptar formas diferentes. Existe la plegaria individual y la plegaria colectiva. También existe la plegaria formal y la informal, y, en mi opinión, existe la plegaria consciente y la plegaria inconsciente. Lo que diferencia a la plegaria de la meditación es que es más activa.

Soy consciente de que la plegaria tiene mala prensa en la sodedad occidental de este siglo. Muchas personas tienden a considerarla como una mera superstición o ilusión, una debilidad, un indicio de que una persona está asustada y no es capaz de enfrentarse con sus problemas y su vida. Con este tipo de pensamiento, la plegaria queda reducida a una muleta psicológica. No estoy afirmando que la plegaria no pueda ser empleada como muleta psicológica, dado que puede serio, y, de hecho, ello ocurre con frecuencia. Sin embargo, la plegaria no se limita a esto, tal como el psicoanálisis no se limita exclusivamente a la sexualidad. Pero, desdichadamente, para muchas personas que no la practican, estas ideas estereotipadas generan una barrera de incomodidad que les impedirá ingresar en el mundo de la plegaria y sus formas de manifestadón.

Cuando se trata el tema de Dios, he observado que la mayoría de las personas exhiben un comportamiento que sólo puedo describir como "timidez de Dios". Recuerdo que cuando era niño me enseñaron que existían tres temas que no debían ser tratados en una conversación cortés: Dios, la Política y el Sexo. En la actualidad me parece que las inhibiciones en cuanto a la política y la sexualidad han sido superadas, y que el único tema restante es Dios. El tabú que rodea a Dios, la religión y la espiritualidad es un indicio del hecho de que muchas personas sienten que este tema en su totalidad los hace sentir frágiles y a la defensiva. Las personas se sienten inseguras porque da miedo enfrentarse a lo desconocido. Resulta más sencillo ignorar el tema por completo, y evitar las preguntas difíciles. A lo largo de la historia, la idea de Dios, el Creador, ha ocupado la mente y la imaginación de la humanidad. A pesar de todos nuestros esfuerzos, el Misterio Supremo permanece intacto. Debido a ello creo que un buen nombre sustituto para Dios sería lo Inmenso-Desconocido. En este Inmenso-Desconocido, nacemos, vivimos, morimos y tenemos nuestro ser. En la plegaria, el ser humano se dirige a lo Inmenso-Desconocido. A nivel consciente, la plegaria es un acto intencional - una persona elige conectarse con lo Inmenso-Desconocido, y es consciente de que lo está haciendo. Si consideramos a la plegaria desde otra perspectiva, desde la perspectiva del nivel inconsciente, se podría sostener que cada palabra, cada pensamiento, cada emoción, cada acción, cada inhalación y exhalación del ser es una plegaria, dado que el ser humano se encuentra siempre en interacción con lo Inmenso-Desconocido, sea o no consciente de ello.

En la plegaría el hombre intenta entablar una relación con Dios. Una vez que se ha entablado esta relación, la persona trata de utilizar sus plegarias a fin de afianzar y profundizar este vínculo. El trabajo de la plegaria es un trabajo interno. Tiene lugar en el santuario del mundo interior de la persona, y sus efectos son fundamentalmente de naturaleza interna. La plegaria tiene un poder transformador sutil sobre la persona, dado que el poder de la plegaria abre las puertas cerradas del corazón y la imaginación. En el nivel más elevado, más excelso, el amor hada el Creador debe estar acompañado por el amor hacia Su creación. Esto incluye la valoración del universo, del mundo y de los demás seres humanos, pero incluye también, fundamentalmente, el amor hacia uno mismo. Este amor hacia el propio ser implica inevitablemente la auto-aceptación, la auto-consideradón y el auto-respeto. El amor a sí mismo es la semilla, el punto central del cual se desprende todo lo demás, dado que sólo podemos dar aquello que ya poseemos. El tema del amor a sí mismo es el eslabón que conecta a la dimensión espiritual a la que me he referido hasta ahora con la dimensión psicológica - comparten el mismo objetivo.

Cuando era niño, mi difunta abuela solía decirme una frase maravillosa:" ¿Si yo no soy para mi, quién será para mí?". A medida que fui creciendo, descubrí que esta era la frase inicial de un dicho populer judío que afirma: "Si yo no soy para mi, quién será para mi? ¿Si sólo soy para mi, quién soy yo? ¿Y si no ahora, cuándo?" Me gusta este refrán debido a que es sumamente simple y verdadero. Se refiere a la interrelación de todo, y conduce a la percepción de que este es un instante de de tiempo único en el universo. Pero me gustaría detenerme en la frase de mi abuela un poco más. "¿Si yo no soy para mí, quién será para mi?". Estas palabras resaltan la importancia de apoyar y amarse a sí mismo. Bien podríamos preguntarnos el sentido de repetir una frase como esta, dado que lo que afirma es obvio. Si se les preguntara, la mayoría de las personas estarían de acuerdo en que es bueno apoyarse y amarse - pero, como ya lo he dicho con anterioridad, es más fácil decir que hacer. Con frecuencia existe un abismo entre lo que la persona dice creer, y la forma en la que vive su vida. Esta es un área con muchas incongruencias.

A fin de ilustrar este punto, comparemos a un ser humano con una ciudad durante la noche, e imaginemos que su propio amor y apoyo constituyen la luz eléctrica de esa ciudad. He visto que, invariablemente, ciertas áreas de una ciudad se encuentran muy bien iluminadas, que en otras la luz es más tenue y que algunas permanecen totalmente oscuras. El problema que se desprende de esta situación se relaciona con la totalidad. ¿Cómo podemos iluminar la ciudad en su totalidad? ¿Cómo podemos amar y apoyar a la totalidad de nuestro ser, en lugar de hacerlo únicamente con aquellas partes que nos gustan, aquellas que gozan de nuestra aprobación, aquellas con las que estamos de acuerdo y valoramos? ¿Qué ocurre con el resto? Para iluminar toda la ciudad es necesaria una expansión de nuestro amor. Para que dicha expansión ocurra, debemos eliminar nuestros bloqueos - nuestras barreras auto-impuestas - dado que ello permitirá que la corriente de energía vuelva a fluir libremente. Amar a la totalidad del Ser es un tema de gran importancia para el ser humano, ya que su destino es luchar para lograr su completud.

El tema que estoy presentando no es nuevo, y ha recibido diversos nombres. Algunas personas lo llaman integración, otras lo llaman madurez, y algunos hasta lo definen como sagrado. Estos son tan sólo rótulos, pero se refieren a un tema crucial. Apuntan a la existencia de Una realidad subyacente que sustenta a todo, a la cual se accede por medio del proceso de auto-aceptación y respeto.

Antes de poder amarnos realmente, debemos conocernos plenamente. Con frecuencia se cita a la frase del gran Sócrates que afirma: "Una vida no examinada no merece ser vivida". No estoy seguro de estar totalmente de acuerdo con esta cita tan categórica, dado que la encuentro demasiado rígida y dogmática. Sin embargo, considero que la Auto-indagación es imprescindible para el desarrollo de una relación plena y amorosa con nosotros mismos. El tema del amor a sí mismo tiene tanta importancia debido al efecto que tienen las partes no amadas del Ser sobre la persona y su vida. Las partes oscuras de la ciudad acecharán a la persona cual fantasmas, demandando atención, y estos fantasmas la asustarán y distorsionarán sus percepciones y su mundo. En el camino hacia la madurez emocional se torna necesario exorcizar a los fantasmas.

Anteriormente mencioné que cada uno de nosotros habita un mundo interior ilimitado. Esto es cierto, y, a la vez, no lo es. Es cierto debido al hecho de que el mundo interrior que habitamos es ilimitado. Pero en la práctica, esto deja de ser cierto, ya que no lo vivenciamos de esta manera. De acuerdo con mi percepción, yo habito una pequeña parte - un fragmento de ese vasto mundo sin límites. My horizonte se encuentra limitado por mi visión, y mi visión se encuentra limitada por mis opiniones y mis creencias, mis prejuicios y mis temores. Los mismos constituyen las barreras de mi conciencia. Las barreras de mi concienda son mis barreras de incomodidad, y no es fácil trascenderías.

Como ejemplo, imaginemos qué le hubiera ocurrido a Moisés y al pueblo Judío si no hubieran estado preparados para atravesar la barrera de incomodidad representada por el desierto. En primer lugar, el éxodo de los judíos no habría ocurrido, y es probable que siguieran siendo esclavos en Egipto hasta el día de la fecha. O bien, ¿qué hubiera ocurrido si Jesús de Nazareth no hubiese estado dispuesto a enfrentarse con la barrera de incomodidad de la cruz? Es my probable que el Cristianismo no existiese. Si el príncipe Gautama no hubiese tenido la pacienda de tolerar la incomodidad del árbol bodhi, no hubiéramos conocido al Buda. Y, por último, si el Dr. Sigmund Freud no hubiese tenido el coraje de enfrentarse a la barrera de incomodidad representada por los prejuicios de su época, no hubiera descubierto el psicoanálisis. Tanto el mundo como nosotros mismos crecemos cuando trascendemos nuestras barreras.

El viaje hacia el Ser es un viaje interior. Es un viaje de retorno a nuestro centro, y se lo logra superando todas nuestras dudas, nuestros temores y nuestros pensamientos negativos. Cada vez que enfrentarnos y trascendemos una de nuestras barreras de comodidad, estamos ganando en la lucha por la auto-expresión, y este es un viaje en el que se requiere tener voluntad, coraje y paciencia. Esta es una lucha fundamental para el hombre, dado que el objetivo último de la auto-expresión es la maestría sobre uno mismo.

La vida es la oportunidad que nos ha sido dada para expresarnos en este mundo. La pregunta fundamental es¿ cómo nos expresamos?; cuáles son las partes de nuestro ser que expresaremos en nuestra vida, y cuáles son las partes que nunca saldrán a relucir? Esta es una pregunta para la cual cada ser humano debe encontrar su propia respuesta. Tal como me dijo una vez un paciente: "Todos creemos saber quiénes somos, pero esto depende de nuestro nivel de profundidad". Por supuesto, tenía razón. El resultado del viaje depende de un factor esencial: el nivel de conciencia del individuo.

El acercamiento al Ser puede resultar difícil, ya que se trata de un concepto abstracto. Requiere algo más que nuestro pensamiento racional habitual. Requiere un salto de la imaginación, un cambio de perspectiva. Si tratamos de definir al Ser desde afuera, lo reducimos a un concepto - lo tornamos insípido. Un concepto no es el objeto verdadero. La naturaleza del Ser no puede ser explicada, sino que debe ser vivenciada y comprendida.

Finalizaré este trabajo con un breve resumen de algunas de mis ideas acerca del Ser.

El Ser es la totalidad de mi conciencia. Yo soy una expresión individual del Ser. Soy el punto de conciencia del Ser. El Ser al que me refiero no puede ser encapsulado por los pensamientos; sólo puede ser vivenciado. El Ser llena mi propio ser y se irradia a través mío. Parece ser de naturaleza transpersonal y trans-espacial. Existe un punto en el cual el Ser y Dios se fusionan en una Totalidad Indiferenciada, en algún lugar de lo Inmenso-Desconocido.

Podemos bloquear la luz del Ser a través del miedo y de nuestra falta de capacidad para perdonar. El miedo inhibe la manifestación del amor, y construye nuestras barreras de incomodidad. Estas barreras son como paredes espesas que bloquean el flujo de la luz de la vida. La base del amor es el auto-respeto genuino.

El amor por el Ser depende de nuestra capacidad para perdonar. Tenemos libertad para bendecir o maldecir. Bendecir es aceptar y cobijar en nuestro corazón. Maldecir es rechazar y exiliar a la oscuridad. Tal como el pobre Adán, cuando fue exiliado del Jardín del Edén, nuestras partes rechazadas deambularán en el exilio hasta tanto cambiemos nuestra decisión, y seamos capaces de bendecir lo que antes maldijimos.

El proceso de completar la identidad al incorporar dentro nuestro las partes exiliadas es lo que constituye para mi la "Realización del Ser".

La afirmación de que el Ser - una vez que se ha completado - es capaz de trascenderse a sí mismo no es un tema que pueda ser resuelto por medio de un debate. Tal vez se trate de una verdad que sólo puede ser comprendida por medio de la experiencia.


Dedico este trabajo a Warren y a Glyn, compañeros de camino.